El propóleo se obtiene de la recolección de las exudaciones o secreciones de origen vegetal realizada por la abeja. Estas exudaciones se mezclan con otros agentes como polen y enzimas dando lugar a una modificación física y química; posteriormente el producto es transportado al interior de la colmena.
Se consideran dos teorías para explicar la formación y el origen del propóleo. La primera “Teoría de Rosh”, indica que el propóleo es recolectado por las abejas de más de quince días de edad, las cuales toman las partículas resinosas que se localizan en las yemas y luego procesan mediante los movimientos de sus propias mandíbulas. La Segunda Teoría es la de Kustenmacher (1907), que explica que es el resultado de la digestión de los granos de polen.
Las abejas emplean el propóleo colocándolo en forma de una delgada capa en las paredes internas de la colmena. Es utilizado para obturar orificios y rajaduras, para preparar las paredes de las celdas, consolidar los componentes estructurales del interior de la colmena y para aislar.
Los constituyentes principales del propóleo son: cera, resinas, bálsamos, aceites esenciales, polen, además de impurezas orgánicas e inorgánicas. La composición química es sumamente compleja.
La presencia de cera, entre 20-30%; las resinas y bálsamos aromáticos constituyen del 40 al 55%, los aceites esenciales entre el 5 y el 10%, el polen representa entre el 4 y el 5% y, por último, las sustancias orgánicas y minerales constituyen un 5%. También se identificaron aminoácidos, ácidos alfáticos y sus esteres, alcoholes, aldehídos, flavonoides, agliconas, hidrocarburos, cetonas, terpenos y vitaminas.
Los propóleos se clasifican como productos bio-activos con capacidad antimicrobiana, anestésico, cicatrizante y antiinflamatoria (Peña 2008; Sforcin et at., 2002). El efecto antiinflamatorio es comparable a los efectos del Diclofenac (Fierro, 2000). En el tratamiento de heridas se observan resultados superiores a los obtenidos con cicatrizantes de origen sintético (Khayal et al. 1993); Strehlet al., 1994). Los preparados a base de propóleo tienen la capacidad de acelerar la epitelización y división celular en la curación de heridas. Tsakoff (1975) constató el efecto analgésico.
Su efecto antioxidante (Peña, 2008; Simoes et al., 2004), inmunoestimulante, inmumodulador (Sforcin et al., 2005) antiulceroso, anestésico local y hepatoprotector (Ghisalberti, 1978; Marcucci, 1995; Fierro, 2000). Estimula la actividad de los macrófagos y aumenta el número de los linfocitos incrementándose la respuesta inmune (De los Reyes, 1991). Fierro (2000), constató un aumento de linfocitos. El propóleo estimula la inmunidad inespecífica. También cuenta con la capacidad de inhibir la libración de histamina.
Los flavonoides y ácidos fenólicos son considerados los principales compuestos bio-activos del propóleo. Los más comunes son: apigenina, kaaempferol, pinocembrina, galangina, quercetina y hesperidina. Dichos compuestos poseen importantes propiedades antioxidantes, que reducen el riesgo de afecciones cardiovasculares (Hertog et al., 1993) y el envejecimiento en humanos.
Los compuestos fenólicos constituyen más del 50% de peso total del propóleo. La literatura existente señala que la actividad principal es debida a los flavonoides, cerca de 4000 sustancias diferentes han sido registradas (Menezes, 2005), por eso la relación flavonoides-efecto biológico de los propóleos revela el interés de cuantificar estos constituyentes (Bruschi et al., 2003).
El propóleo por sus propiedades físico-químicas es un antioxidante que arrastra los radicales libres (Banskota et al., 2000; Banskota et al., 2001; Merino et al., 1996; Paulino et al., 2001; Peña, 2008).
Todos los propóleos muestra efecto tanto bactericida como bateriostática. Algunos demuestran ser efectivos en el control de microoganismos resistentes a antibióticos (Salgado et al., 2003). El efecto antibacteriano se observa principalmente sobre bacterias Gram positivos. (Lavie, 1975; Rojas 1988). Según Cizmarik y Matel (1970) el ácido ferúlico presente en el propóleo se caracteriza por su acción frente a microorganismos Gram positivos y Gram negativos, contribuyendo así a la acción bactericida y bacteriostática.
Tanto Astudillo et al., (2000) como Salazar (2002) han determinado que muestras de propóleo de distinto origen geográfico son todas activas contra las bacterias de Staphylococcus aureus y Escherichia coli.
Las propiedades antimicóticas han sido establecidas por numerosos autores. Rojas y Lugo (1988) evaluaron la acción antifúngica del extracto sobre 24 cepas de lavadura del género Candida. El propóleo se puede emplear como antiséptico para el tratamiento preventivo de la candidiasis bucal.
Hegazi (1997a) indicó la acción antiviral frente al herpes tipo 1 y 2 y también ante el poliovirus. Sus responsables son los compuestos flavonoides (Amoros et al., 1992). Harish et al., (1997) estudiaron su capacidad de suprimir la replicación del VIH-1 y su efecto inmunoestimulante.
Astudillo et al., (2000) citan que la mayoría de los propóleos analizados han demostrado actividad antiviral contra el virus aviar de la influencia.